domingo, 5 de septiembre de 2010

"...quien no renuncie a sus bienes, no puede ser mi discípulo."

Ser discípulo, seguidor de Jesús, implica un deshacerse de todo, para acompañar al Maestro. Y cómo puede ser esto posible, acaso debemos rechazar la familia que nos dio la vida nuestros lugares, nuestra forma de ser, nuestros deseos y sueños? Es eso lo que nos pide Dios?

No lo creo, Dios en su Providencia nos ha dado todas estas cosas, no las necesita de vuelta. Lo que Él nos pide es que seamos conscientes de ello, que no son nuestras, que nos las poseemos. En el poseer está el quid de este evangelio. Tengo padre, madre, esposa, hermanos, además los amo, pero no son mi posesión, mi único y verdadero bien es Dios. Que no se vuelvan las providencias, obstáculo para ver al Proveedor.

Y es que el desprendimiento es uno de los elementos identitarios del cristianismo, y por ende del que se propone seguir a Jesús. Francisco es considerado el santo más grande de la historia de la Iglesia y es precisamente por ello: por su deshacerse de todo, para asirse sólo a Dios. la pobreza interior es el camino, la puerta para llegar a Dios: cuando nos descubrimos  limitados y pobres, vemos a Dios, plenitud insondable. Cuando nos vemos insuficientes, necesitamos al hermanos para encontrar complementariedad  y comunión. Quien no se cree nada, no exige nada, no necesita nada, solo a Dios Es en ese no tener nada, no considerarnos nada que somos realmente Hijos de Dios, porque nos sentimos abandonados en Él, como hijos en el seno de su madre, dependiendo totalmente de Él. Y experimentamos entonces esa libertad de ser Hijos de Dios, sin nada, pero colmados de todo, Ante muchos despojado, ante Dios saciado de humildad y sabiduría. Es esta la puerta de la filiación divina: el desprendimiento. 

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