El 18 de diciembre se cumplió un año de que abandonara la congregación salesiana. Siempre recordaré esa fecha, siempre. Me habían prometido un bizcocho para ese día, pero no llegó y hasta ahora el día ha pasado sin penas ni glorias.
Qué ha pasado por mi cabeza en esta fecha?
La muerte de una vocación y el nacimiento de otra.
Cada vez veo como más imposible el que la vida religiosa y yo nos crucemos en el camino nuevamente. Sin embargo el ser sacerdote, en cierto modo, no sale de mi cabeza. Pero no me refiero a un sacerdocio ministerial tradicional. Ese ha quedado para mi vedado, al menos por el momento. El sacerdote es un hombre de Dios que funciona como conector, como camino entre Dios y el hombre. Y eso, eso precisamente es lo que quiero ser en el mundo hoy.
Cada vez me asombro más de la imagen de Dios que damos como Iglesia (si, me incluyo, aun me siento parte de ese grupo de gente que sigue a Jesús de Nazaret). Un Dios inhumano, desfigurado, divisor, juez, lejano, todo poderoso y no todo misericordioso. Un Dios en el que me niego a creer y una creencia que lejos de parecerme liberadora se me va pareciendo cada vez más a un sistema represivo como otros de los cuales la humanidad ha tenido que sacudirse.
Yo creo en un Dios diferente. Un Dios todo amor, un Dios que une y nunca divide, que acoge y nunca rechaza, que nos respeta y nunca nos obliga, un Dios Padre y no juez. Un Dios al que no le importan si eres rico o pobre, si tienes poder o no, si eres gay o hetero, si crees en Él o no, si eres de esta religión u otra, un Dios que cree en la ciencia, Un Dios y nada más.
Y me propongo ser, en el mundo, sacerdote de ese Dios. Signo y portador del amor de Dios en el mundo, especialmente a los más necesitados (Cf. Art. 2 Constituciones Sociedad de San Francisco de Sales). Si, quiero estar para los más necesitados del amor de Dios hoy, esos, de los cuales hasta la Iglesia se ha olvidado, porque su falsa moral o su estrechez de mente los ha dejado fuera.
Y ser para ellos camino sobre el que caminen hacia Dios. A lo largo de los siglos hemos dicho tantas cosas locas de Dios, tantas que hemos vuelto locos a sus seguidores. Dios es simple, es sencillo, es .. Dios, y eso basta. No hay que complicarse mucho para explicarle, tampoco le podemos entender demasiado, Dios es misterio. Quiero anunciar con mi vida al Dios - misterio enamorado.
Y eso, eso nadie podrá negármelo. Impedírmelo. Censurármelo.
Ciertamente que he renunciado a elevar sobre el altar el sacrificio de la eucaristía. Pero ahora me dispongo a elevar ante Dios el sacrificio de mi trabajo, de mis estudios, de mis amigos, de la gente que sufre y de todos los que con la luz de la razón puedan ser iluminados. Mis ofrendas serán sueños realizados, esperanzas restauradas, estrellas encontradas, sonrisas provocadas, lágrimas secadas.
Y así vuelve a tener sentido en mi vida el texto de Jeremías de mi profesión religiosa:
" Entonces me fue dirigida la palabra de Yahveh en estos términos: antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.Yo dije: «¡Ah, Señor Yahveh! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho.»Y me dijo Yahveh: No digas: «Soy un muchacho», pues adondequiera que yo te envíe irás, y todo lo que te mande dirás.No les tengas miedo, que contigo estoy yo para salvarte - oráculo de Yahveh -.Entonces alargó Yahveh su mano y tocó mi boca. Y me dijo Yahveh: Mira que he puesto mis palabras en tu boca. Desde hoy mismo te doy autoridad sobre las gentes y sobre los reinos para extirpar y destruir, para poder y derrocar, para reconstruir y plantar."
Ser fiel a todo lo prometido ese día, aunque en una dimensión diferente es crucial para mi. Ser fiel a lo que creo y lo que vivo es una necesidad.
Ser para los demás, amar, entregarme, darme... es lo que quiero. Ser fértil para Dios y para los demás. Es mi proyecto hoy.