La vida a veces nos juega feo, nos juega raro... ha pasado ya un año, y sin embargo aún no puedo dejar de sentirme salesiano, y cuando digo esto no sólo me refiero a un determinado carisma de la espiritualidad cristiana, sino en Salesiano de hecho. Es impresionante cómo nos modifica y moldea la vida religiosa.
Cuando con corazón joven y generoso lo entregué todo al buen Dios, lo hice sobre todo para unirme más Él. Era lo único que ansiaba mi corazón, mi único anhelo. Encontré por mucho tiempo ese lugar donde poder ser para Dios y para los que estaban a mi alrededor plenamente... y fui feliz. Sin embargo, llegó el momento en que la alegría se cambió en llanto, en que ya no todo fue fácil, casi asifixiante diría. Y no puedo dejar de pensar que me han robado mi lugar, mi espacio, mi sueño. Y tampoco puedo dejar de pensar que soy responsable de ello y que fui cobarde, que fui pobre y que no tuve la madurez y la fuerza suficiente... si, una vez más me siento culpable de lo ha sucedido. Ciertamente que el aire se hizo denso a mi alrededor varias veces, .... pero otros han seguido, han sido fieles. Fidelidad, ... es ese precisamente el sentimiento de tristeza que me invade, siento que no he sido fiel al llamado que recibí del buen Dios una vez.

Se que en el fondo cambiaría hoy todos mis sueños, todo lo que he alcanzado, todo lo que pobremente soy... por volver a ser religioso, vivir en comunidad, estar entre los jóvenes con pobreza, obediencia y castidad y ser signo y portador del amor de Dios entre ellos, instrumento de paz, y de alegría en el mundo.